Subnormales y fila de enemigos
Cuando se es un perseguido político, la familia y negocios están en jaque permanente.
Esto se hace para perturbar e inmovilizar al adversario, con o sin razón.
Este pensamiento solo lo puede tener una mente enferma, carcomida por el odio y alentada por subnormales que piensan, como decía Pedrito Altamiranda, que la fiesta nunca acaba.
Los gobiernos todos acaban bien sea por término o por otras razones. Este gobierno ya tiene 70% de su tiempo transcurrido, con escasos resultados, algunos aciertos y muchos fracasos y decepciones.
En la vida se debe tener una estrategia de salida, pero en este gobierno no he logrado verle una. No porque no la tengan, sino como todos, juran que repetirán en el poder, solo porque se lo dicen sus manzanillos de turno.
Sin estrategia de salida y dejando muchos flancos abiertos, mucha gente herida, humillada, violada, abusada o ultrajada, la fila de enemigos que les darán "pelonera" a los gobernantes de turno será tan grande como la fila para ver el concierto de Marc Anthony.
Yo planifiqué mi salida y me reconcilié con todos los que valían la pena, mas no así con los ricos evasores fiscales, los resentidos sociales, los arrogantes, los petulantes, los que buscan el odio, los que escriben falsedades o los políticos falsos.
El perseguido político y su familia deben ser fuertes, porque todo principio tiene su fin, y la tortilla se voltea cada cinco años.
No hay jaque mate en política, solo debes aprender a vivir en jaque permanente. Esto te quita recursos, movilidad, iniciativa, pero te da fortaleza, humildad, nobleza, y te ayuda a verdaderamente vivir la vida, después.
No hay necesidad de pedir cacao, porque esto tiene un fin muy definido y limitado a un tiempo. Hay unos que inteligentemente saben cuándo les toca nuevamente virar el timón, mas hay otros que juran que esto nunca terminará.
En esto, el tiempo es el mejor y único aliado. Así es la vida y se repite en espiral. Hay que saber reconocer cuando eres clavo, y te dan; o eres martillo, y tú das.
Uno se cambia por otro cada cinco años.
Columna de opinión